Bienvenidos a una nueva etapa más en mi recorrido por nuevas propuestas de formación docente. Esta vez motiva mi relato los curiosos cruces, aciertos y desaciertos que vivimos tanto docentes como alumnos al momento de afrontar instancias de evaluación. Si vamos a lo que la realidad nos muestra, hacia ambos lados del proceso el clima suele ser el mismo: los docentes estresados, sobrecargados de tarea para corregir, y los alumnos preocupados y con ansiedad acerca de qué pasará con el esfuerzo realizado en la preparación y así con la acreditación de sus saberes.
Yo mismo, detrás de este teclado pienso en eso y me asaltan ingratos recuerdos de mis épocas universitarias, mesas y preocupaciones. Es por ello que es urgente y necesario un abordaje de estos conceptos. Siendo esta vez oportunamente propuesto por el destacado equipo docente del trayecto formativo en que me estoy desempeñando. ¿Les ha pasado lo siguiente, como alumnos o como docentes?
Durante este trayecto no solo se nos enseñó a evaluar críticamente un instrumento o actividad, además de ello se nos enseñó la forma de brindar una oportuna retroalimentación. Desmitificando de este modo el proceso evaluativo como clásicamente se lo conoce.
A lo largo de esta actividad he comprendido que no solo hay un qué (ya conocido: el estrés) acerca de esta realidad, si no un por qué y un cómo. Se nos invitó a realizar una encuesta para 15 docentes al azar, y sorprendidos por los resultados, hemos concluido junto a mi equipo de trabajo que la mayoría de los docentes realmente se encuentran en favorables vías de mejorar la evaluación; sin embargo viejas concepciones ya inculcadas en el inconsciente colectivo y la falta de recursos principalmente observada entre el alumnado son algunos limitantes a la hora de pensar un mejor modelo evaluativo.
Habiendo abordado dos instrumentos de evaluación propuestos por mis compañeros, mas las respuestas recabadas a través del formulario, el panorama como mencioné es alentador. La mayoría de los docentes no conoce literalmente el término "consigna auténtica" pero reconoce sin dudar que el eje del proceso evaluativo debe ser una experiencia sana y provechosa en el alumno, mediante la cual pueda reconstruir el proceso realizado, reconocer errores, interactuar con sus pares y principalmente recibir una oportuna y detallada retroalimentación de su docente.
Esta actividad, si bien ha sido extensa, me ha permitido reconocer qué hay y cuánto más detrás de una evaluación auténtica y más humanizada. No es misión imposible, por lo contrario, si nos centramos en el alumnado y su proceso es mucho más simple, amigable y menos estresante el proceso evaluativo así como la temporada de exámenes; mas aún en el contexto actual.
Entonces, resumiendo:
- ¿Para qué evaluamos? Desde mi experiencia obtenida a lo largo de esta actividad me animaría a responder que el objetivo es propiciar en el alumno un proceso más en su trayecto, el cual permita consolidar aprendizajes significativos a través de la acción, de la experiencia, reflexiones, metacognición, sin olvidar una adecuada retroalimentación por parte del docente.
- ¿Qué evaluamos cuando evaluamos? De igual modo, considero que evaluamos las capacidades que el alumno efectivamente ha apropiado, en qué medida lo ha logrado y cómo ha sido su proceso.
Evaluar bajo antiguas concepciones o a través de métodos simplistas solo genera en el alumno indeseables situaciones que como docentes bien podemos prevenir, e inclusive mejorar esta experiencia y potenciar los resultados a través de un proceso más humanizado y consciente a la hora de evaluar.
¡Saludos y hasta la próxima! Gracias por leerme
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